Desbancado



Soledad
Foto de Chus Martín. @lankara


No fueron pocos los que apostaron que serías la próxima Penélope escocesa, en espera desesperada, mirando con ojos acuosos y cansados fijamente el horizonte, desde el alba hasta el ocaso, sol que viene sol que va, deseando obsesivamente ver asomar en la línea que separa mar y cielo la silueta de mi barco.

Las apuestas más altas , sombras de desconfianza y de recelo, afirmaban que la embarcación sí aparecería puntualmente el día y hora señalados; pero yo no desembarcaría de él, ausente presencia, incumpliendo así mi promesa de regresar a ti. 

Loca tú, creyente fiel, no perderías la esperanza y seguirías aguardando a que cualquier día a cualquier hora descendiese de cualquier navío, buscándote con la mirada para explicarte el motivo de mi retraso, me equivoqué de día, estaba enfermo de muerte, perdí el tren que me llevaba hasta él, sufrí un secuestro, mi pasaporte estaba caducado... Y tú estarías ahí, sentada, recibiéndome con los brazos abiertos, comiéndome a besos, mandándome callar, amor mío, lo importante es que ya estás aquí, demostrando a todos los que dudaron que nuestro inquebrantable amor era verdadero y resistente a cualquier separación. 

Pero el tiempo pasaría, los calendarios seguirían su trayectoria imparable, las estaciones se alternarían, y las horas depositarían arrugas y manchas en tu nívea piel hasta que la Parca, compasiva, viniese a libertarte de tan fútil espera.

Todos se equivocaron. Sí. Todos se equivocaron. Porque el 20 de abril, a las tres de la tarde el transatlántico que me transportaba atracó en el puerto y yo descendí de él agarrando la pequeña maleta continente de mis escasas propiedades. Sin vacilar me dirigí directamente a este banco, nuestro banco, el cual, para mi sorpresa, estaba vacío. A pesar de este desencanto inicial no perdí la calma y, convencido de que había justa causa para tu retraso, te equivocaste de día, el tranvía se ha estropeado, qué pesado es tu jefe con las horas extras, retocas tus labios antes de verme pues así de coqueta eres, me senté, reloj en mano, a contar los segundos que faltaban para volver a verte. No me costaba nada imaginarte en ese mismo sitio, embozada en tu gabardina verde, sentada durante horas, observando el mismo horizonte que ahora tenía frente a mi y recreando una y otra vez el momento en el que me verías aparecer. 

Y en esas ensoñaciones andaba cuando unas risas quebraron el silencio que hasta ese momento había reinado en el paseo marítimo. Me giré buscando su origen y allí estaban tus ojos, cruzándose con los míos, tu rostro esbozando casi imperceptiblemente un rictus de desagrado para volver de nuevo a su alegría original; tu mirada apartándose de la mía para dirigirla hacia el hombre que te hacía reír igual que te hacía reír yo antes, de forma tan desinhibida y relajada... Pero ese hombre... ese Ulises, no era yo. 

Desbancado de nuestro banco, traicionado, ignorado, rechazado, quebrado, me levanté y me dirigí de nuevo al puerto. Al pasar a tu lado murmuré,  lo suficientemente alto como para que me oyeses aunque fingiste que no fue así:

- "Éste era nuestro banco. Quédate tú con él ." 


Nota: definición de la RAE de desbancar:
1. tr. Usurpar, sustituir a alguien en una posición y ocuparla.
2. tr. Hacer perder a alguien la amistad, estimación o cariño de otra persona, ganándola para sí.

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