Elogio y lamento de Inglaterra - Natalia Ginzburg



  


Título originalElogio e compianto dell'Inghilterra, [Incluído en el libro Las pequeñas virtudes]
Edición: Acantilado. Febrero 2002 (1ª ed. Séptima reimpresión Junio 2016).
Traducción: Celia Filipetto
Páginas: 37-47
ISBN: 978-84-95359-66-7
Precio: 14,00€
Calificación: 10/10
"En el país de la melancolía, el pensamiento está siempre puesto en la muerte. No teme a la muerte, porque la sombra de la muerte se parece a la vasta sombra de los árboles, al silencio que y a está presente en el alma, perdida en su verde sueño". (Pág. 47)
A principios de 1960 Natalia, junto a su hija Alessandra, (Carlo y Andrea ya son estudiantes universitarios) se traslada junto a su marido Gabriele Baldini a Londres, donde él ha sido nombrado director del Istituto Italiano di Cultura. Natalia viaja a con su maleta llena de dolor, una vez más, por los golpes sufrido en la vida. Su hijo pequeño, Antonio, acaba de fallecer con apenas un año de vida y su hija Susanna sufre una grave enfermedad.

Su estancia allí es complicada, ambivalente, determinada por la admiración que Natalia siente hacia ese pueblo culto, civilizado y tranquilo y la inmensa nostalgia por el ruido, el caos y las conversaciones ruidosas del pueblo italiano. Como resultado de estos sentimientos escribe dos relatos: Maison Volpe en 1960 y Elogio y lamento de Inglaterra, en 1961. La Ginzburg no consigue adaptarse, siente lo que llamaríamos morriña, y Natalia, fiel a su estilo sencillo y materialista no se pierde en grandilocuentes discursos sobre el arraigo, el amor hacia la propia tierra, las propias costumbres sino que va desgranando esa nostalgia a través de objetos comunes y lugares concretos. Aquello que para los londinenses es algo normal, amado y admirado para ella es motivo de asombro y objeto de contraste respecto a su propia vida.

Ya el propio título, donde confluye el elogio y el lamento, nos adelanta la complejidad de sus sentimientos. Su padre, como nos cuenta la autora en Léxico Familiar, era un gran admirador de la cultura inglesa, admiración que transmitió a sus hijos pero que en el caso de Natalia no logra ensombrecer los aparentes defectos de la cultura italiana que ella tanto ama. Inglaterra es un país hermoso, civilizado, acogedor con los extranjeros (ay, si Natalia levantase la cabeza y se enterara de lo del Brexit)... aparentemente cumple con todos los estereotipos de país evolucionado pero da la impresión de que allí Natalia no es feliz. A ella, que viene de Turín, una ciudad gris y sobria en la que aprendió a vivir con unos zapatos rotos, le sobrecoge la gran oferta de productos, el hiperconsumismo, el colorido artificial de los escaparates, y la visión de todos esos "zapatos que dan dolor de pies con sólo mirarlos" (Pág. 38).
"De vez en cuando asoma a la calle un árbol florecido, de un rosa tierno, intensamente encendido, hermoso a la vista, amable adorno de la calle. Sin embargo, al contemplarlo se presiente que no está ahí por casualidad, sino por cálculo, obedeciendo a una intención precisa. Y el hecho de que esté ahí no por casualidad, sino obedeciendo a una intención precisa, entristece su belleza". (Pág. 39)
En Italia todo es espontáneo, un arbol, un hierbajo, por nacer donde quiere sin que nadie lo coloque allí, ya es bello. Incluso cuando no sea tan hermoso a la vista como esos árboles que decoran las avenidas londinenses, su libertad, su decisión, lo hace algo aún más bello. Ni siquiera ese colorido intencionado de todo lo que hay en Londres, su autobuses, sus cabinas telefónicas, sus portales, dejan de resultar artificiales, impuestos. Natalia, que en su escritura es sobria y concisa, también se muestra así en su vida real. Huye de cualquier adorno innecesario, de cualquier floritura o artificio que esconda el fondo y resalte la forma. Ella no es superficial aunque a veces lo parezca por su forma de narrar, sino todo lo contrario, odia y evita cualquier superficialidad. Por eso no se siente integrada en Inglaterra.

Y si el paisaje y las calles son grises, aún lo son más sus gentes. Natalia, la menor de cinco hermanos, vivió en una casa en la que continuamente entraba y salía gente: tíos, primos, vecinos, amigos de sus padres, amigos de sus hermanos, conocidos, amigos de conocidos, gente que entra, saluda, grita, discute, orquestan carcajadas, desaires y halagos. Nada que ver con esos ingleses faltos de fantasía, desconocedores del estupor y que "por la calle, jamás se vuelven a mirar al prójimo" en una mezcla de discreción e indiferencia. 
"La melancolía inglesa nos contagia enseguida. Es una melancolía ovejuna, atónita, una especie de desconcierto vacío, en cuya superficie flotan las conversaciones sobre el tiempo, las estaciones, todas las cosas de las que se pueden hablar largo y tendido sin llegar al fondo de nada, sin ofender y sin ser ofendidos, un largo y leve zumbido de mosquito". (Pág. 46)

Cada acto cotidiano, porque Natalia es una observadora minuciosa de la realidad, es para ella un acto de melancolía que despierta la comparación automática, desconcierto e incomprensión, ¿cómo pueden vivir así? son tan aburridos... Sin embargo,  
"Italia es un país dispuesto a someterse a los peores gobiernos. Es un país donde, como ya se sabe, todo funciona mal (...) y sin embargo, por las calles se siente fluir la inteligencia (...) una inteligencia que no sirve para nada (...) pero calienta el corazón y lo consuela". (Pág. 45)


Entrada creada en el marco de la iniciativa de Adopta una Autora, proyecto que tiene como objetivo, tal y como indica su nombre, adoptar una autora (que conozcas, quieras conocer y, sobre todo, desees dar a conocer) independientemente de su raza, religión, orientación sexual, época o temática. Un proyecto sumamente interesante sobre el que podéis obtener más información en su blog https://adoptaunaautorablog.wordpress.com. ¿Se animan?


Comentarios

Entradas populares de este blog

La invitada - Simone de Beauvoir

Él y yo - Natalia Ginzburg

Jesús Carrasco - Intemperie

El amor molesto - Elena Ferrante