Lecturas de mayo


«Yo no era nadie, no tenía nombre ni rostro. Al atravesar agosto, yo era: nada. Ms pasos no hacían ningún ruido, nada escuchaba que yo estaba allá, a nada molestaba yo. En lo bajo de los torrentes cobraban las ranas vivientes, adiestradas en las cosas de agosto, cosas de muerte.» (La vida tranquila. Marguerite Duras.)

Este mes de mayo se asemeja a nivel lector al mes de agosto del que Duras nos habla en la magnífica obra citada. Así mismo, ninguno de estos libros refleja una vida tranquila. En ellos hay muerte, muchas muertes, pero también vida, primavera y resurgir de voces que habían permanecido en el olvido. Historias en las que desvanecerse, cambiar nuestro nombre y nuestro rostro por el de esos protagonistas, con un resultado mágico imprevisible: al acabarlos no sólo recuperamos nuestros elementos identificativos sino que éstos se ven aun más reforzados por sus lecturas que nos desbordan, nos remueven y conmueven, nos hacen plantearnos cuestiones arrinconadas por las obligaciones cotidianas, tan grises pero tan imprescindibles (o eso creemos). Libros-catarsis que unas veces nos reconcilian con la vida y, otras, nos enfrentan a ella. ¡Allá vamos!

1. Oculto sendero. Elena Fortún. Poco se puede añadir a esta maravillosa obra sobre lo que se ha dicho ya. La novela de corte autobiográfico de la escritora Elena Fortún demuestra un dominio narrativo impagable que se muestra especialmente en cómo el lenguaje va evolucionado y madurando a medida que la protagonista crece. Mientras que en una primera parte del libro no es difícil reconocer a la Celia niña que la hizo tan famosa y que la permitió dedicarse a la escritura de forma exclusiva, posteriormente el tono cambia, el desconcierto llega. La protagonista no entiende qué le sucede. Muestra una ingenuidad y una curiosidad auténticas ante todo lo que le rodea y una falta de experiencia para conectar con sus propias emociones, para descorrer el visillo, para transitar ese oculto sendero, al principio tan oscuro y tenebroso, al final más luminoso y comprensible. Un testimonio de una época y de una vivencia personal plagado de personajes, paisajes y situaciones inolvidables.

2. La vida tranquila. Marguerite Duras. ¿Me habría gustado tanto esta corta novela si la traductora no hubiera sido Pizarnik? ¿Dónde acaba Duras y dónde empieza la poeta argentina? No se fíen de su portada. Es engañosa. Tampoco del título. No es una novela tranquila. Aunque lo parezca. Aunque el argumento parezca sencillo. Realmente no lo es. Duras nos hace caminar por unos senderos en los que se mezclan pasiones, aburrimiento, sopor, ansiedad, frialdad, lejanía, ardor. ¿Cómo lo hace? Su protagonista, que nos recuerda a la propia Duras joven, observa cuanto la rodea con una mirada melancólica que, al mismo tiempo grita a la vida suplicando emociones, un sentir que la trasforme, un dolor de toques masoquistas que enlaza con unas profundas ganas de vivir al límite y plenamente. Repleto de imágenes y metáforas más que leerlo con esa taza de té de la portada, habría que hacerlo con un whisky doble, sin hielo, a palo seco. Es Duras. No lo olviden. Y Pizarnik. No lo olviden tampoco. De esa combinación no podría salir algo diferente.

3. Los días del abandono. Elena Ferrante. [Segunda novela incluida en el recopilatorio Crónicas del desamor]. En vista de que en la Feria del Libro del Retiro, que se está celebrando en el momento en que escribo, no es difícil de ver expuestos los cuatros volúmenes de la saga de Las Dos Amigas pero no éste, intuyo que la fiebre Ferrante sigue dejando en un segundo plano estas Crónicas que son, simplemente, espectaculares. Mejor. A veces, cuanto menos oyes hablar de un libro, más sencillo es que te sorprenda. Las expectativas no son tan altas y los prejuicios no hacen mella en su contenido. Si la primera novela, El amor molesto, sorprendía por su carácter bizarro (rompiendo tabúes al hablar de temas casi intocables como la menstruación) e hiperrealista, esta segunda se centra en el desgarro de una madre que abandona a sus hijos y a sí misma tras ser abandonada a su vez por su marido de forma cruel aunque silenciosa. Nos contagia su ansiedad, su locura, su andar tambaleante; esa identidad que le han arrancado de cuajo porque ella era madre y esposa y, de repente, es solo una mujer abandonada que ya no se siente ni siquiera mujer. Brutal. Ferrante en estado puro. Imprescindible. 

4. Memorias de una joven formal. Simone de Beauvoir. Simone tomó de niña una decisión: escribiría un libro sobre su vida donde contaría «todo, todo» sobre su vida. Y así lo hizo, si bien no escribió uno sino siete. Éste es el primero de ellos y en él, como su propio nombre indica, nos cuenta su infancia y juventud, caracterizados por ser «una joven formal», piadosa y temerosa de Dios, si bien llena de curiosidad, inquietudes y con un espíritu rebelde e inconformista que ya se entrevé. De ser una niña caprichosa y consentida pasa a ser una adolescente introvertida con un gran mundo interior en el que se plantean las que serían las grandes dudas de su filosofía vital que luego empezarían a asentarse en la Universidad de la Sorbona, donde conocería a Sartre. Libros, primos y veranos en el campo marcarían esa primera etapa junto con una madre cariñosa pero conservadora y un padre amargado porque él, que siempre había soñado con tener un hijo, había tenido dos niñas. «Simone es una mujer con cerebro de hombre» le repetía constantemente. Y esa frase la marcaría tanto que sería uno de los puntos de partida de su gran obra del feminismo El Segundo Sexo. Una delicia leerla con ese estilo tan pulcro, elegante y honesto.

5. Canción dulce. Leila Slimani. Una de las grandes revelaciones de esta temporada. Premio Goncourt 2016, viene avalada por el gran éxito anterior de su autora con Dans le jardín de l´logre donde trata el tema de la adicción sexual en la mujer. En esta nueva obra, Slimani rompe también barreras mostrándonos una dramática historia del asesinato de dos niños a manos de su niñera, una mujer en la edad madura, aparentemente perfecta, una especie de Mary Poppins caída del cielo gracias a la cual la madre puede retomar su  carrera profesional y el padre dar un gran empujón a la suya. La conciencia actual de clases sociales, la soledad, la maternidad, la crianza de los hijos son solo algunos de los temas que con gran belleza pero crudeza también se tratan en esta obra que se lee muy rápido pero de forma intensa gracias a su estilo narrativo ondulante que nos atrapa. El personaje de la niñera está perfilado en exceso en detrimento de unos padres que aparecen con un toque frívolo y egoísta y de unos niños difuminados. Aun así merecerá la pena seguirle la pista a la autora de esta canción (agri)dulce.

6. Los restos del día. Kazuo Ishiguro. Llevaba tiempo deseando leer algo de este autor, de origen japonés pero nacionalidad británica, considerado uno de los grandes narradores contemporáneos y decidí comenzar por esta obra, considerada ya un clásico, especialmente a raíz de la excelente adaptación cinematográfica que le ha dado un brillo especial. Un mayordomo, Mr. Stevens (Anthony Hopkins, no podrían haber escogido un actor más adecuado), aprovecha las primeras vacaciones de su ya dilatada vida, para recorrer la campiña británica y hacer una visita a su antigua ama de llaves, Miss Kenton (Emma Thompson). Él, profesional hasta el punto de mantener la ecuanimidad en aras de su trabajo en momentos tan graves como la muerte de su padre, es un hombre robot, desconectado de sus emociones, cuya identidad se enlaza directamente con su dignidad como mayordomo. Ella, inquieta, auténtica, profesional también pero sensible, es una mujer directa con un gran sentido del humor. Esta pareja "imposible" monta un tándem literario inolvidable, con diálogos brillantes. En el trayecto por la campiña, mientras nos deleita con esos paisajes a ritmo lento, Mr. Stevens hace un repaso de su carrera, es decir, su vida, centrándose en la figura de su antiguo amo, Lord Darlington, un hombre que aprovechando sus contactos intentó que el gobierno británico llegase a un acuerdo con Hitler. Mr. Stevens siempre le había justificado, por una lealtad inquebrantable, pero observando esas llanuras verdes llenas de vida comienza por primera vez a plantearse si no fue un error renunciar al amor de Miss Kenton por un hombre que, por mucho que lo intente, ya es imposible de justificar. ¿Cómo sobrevivir a los errores irremediables que se han cometido? ¿Cómo convivir con ellos? Muy buen libro.

7. El hijo cambiado. Joy Williams. Una fábula post-feminista escrita en los años 70 pero que es en la actualidad cuando se ha convertido en una novela de culto gracias a su estilo difícil de definir. Hermoso como la portada de Alpha Decay, lírico e incisivo, en él Williams da una vuelta de tuerca al flujo de conciencia clásico haciéndolo, en esta ocasión, a través de la mentalidad nublada pero paradójicamente lúcida de una madre alcohólica llamada Pearl. Pearl vive en una isla, rodeada de una docena de niños y cinco adultos que representan distintos estereotipos sociales, a cada cual más oscuro y complejo: la devota madre tejedora de historias que cocina y cose, cose y cocina; la lujuriosa madre dependiente de un marido que la rechaza pero que la obsesiona; el marido onanista turbio y cruel; el "patriarca" de la familia que mantiene a todos económica e intelectualmente pero anulado emocionalmente. La única que dedica un tiempo a esos niños, siempre con una copa en la mano es Pearl. El mensaje es determinista, pesimista pero claro: si quieres sobrevivir en una sociedad patriarcal solo podrás hacerlo anulándote a ti misma, resignarte, nada de luchar porque es imposible. Un nihilismo feroz que Williams disfraza de una prosa experimentada, artística y brutal.

8. La vegetariana. Han Kang. Es curioso que este libro me haya recordado tanto al leerlo a El hijo cambiado, pues ambos parecen mandar un mismo mensaje de fondo. Sin en la obra de Joy Williams la mujer se auto destruye mediante el alcoholismo, en La Vegetariana la protagonista decide protestar contra la violencia del mundo que le rodea optando en un primer momento por convertirse en vegetariana. Este vegetarianismo la sensibiliza también frente al dolor de las plantas, del medio ambiente y de cualquier ser viviente, tomando la radical decisión de dejar de comer. Un libro duro y cruel que, al igual que el de Williams, se digiere gracias a un lenguaje musical (la autora es surcoreana y esa forma de ver el mundo sutil y detallista, la define). En el primer bloque de la novela, la protagonista se enfrenta a la incomprensión por parte de su entorno de esa decisión que consideran tan radical. No es difícil que ahí cualquiera pueda sentirse identificado (vegetarianos o no, a veces tomamos decisiones que pueden resultar "impopulares" a nuestro alrededor) pero a medida que se avanza en la trama esa visión de la protagonista de sí misma como planta, tan obsesiva y dura, puede llevar a plantearnos: ¿de verdad no podemos hacer nada más? ¿Es necesario que nos auto destruyamos de la forma más dolorosa posible a fin de protestar? ¿Tan inmutable es todo? Libro no apto si buscas un mensaje optimista y luchador. 


Comentarios

  1. Como siempre, interesantes propuestas aunque no sean vidas tranquilas jejeje. Me llaman la atención Canción dulce, La vegetariana y El hijo cambiado. A ver si este verano puedo leer La vegatariana, parece el libro del momento.
    Saludos!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Él y yo - Natalia Ginzburg

La invitada - Simone de Beauvoir

Jesús Carrasco - Intemperie

El amor molesto - Elena Ferrante