Tránsito - Rachel Cusk


Título original: Transit
Edición: Libros del Asteroide. (1ª edición, 2017)
Traducción: Marta Alcaraz
Páginas: 221
ISBN: 978-84-17007-22-5
Precio: 18,95 €
Calificación: 9/10.

Lo que más me ha gustado: su intimismo tanto en su forma narrativa como en el fondo de los temas. Rachel Cusk nos coloca frente a un espejo para que nos observemos con un espíritu crítico. Los temas filosóficos principales de la vida los coloca sobre la mesa y los hace accesibles para nosotros. Al fin y al cabo todos tenemos parecidas inquietudes y esperanzas: nos enamoramos, nos desenamoramos; abandonamos y nos abandonan; perdonamos y guardamos rencor; somos contundentes al hablar y al minuto siguiente nos contradecimos. Humanos, unos nos caen fenomenal, otros fatal, que Rachel Cusk sabe retratar con una gran empatía mezclada con emociones propias profundizando en lo que se está convirtiendo en su marca personal: ser capaz de hablar sobre la nada.

Lo que menos me ha gustado: bueno, esto es más un aviso para quien se acerque por primera vez a Rachel Cusk. Al igual que en «A contraluz» no hay argumento. Como si de una obra de teatro de situaciones se tratase (¿qué es la vida sino un escenario?) la protagonista nos detalla con profusión pero en un estilo fresco las conversaciones y encuentros que le suceden mientras repara su casa. Esa forma de narrar tan original se vuelve adictiva así que si he de señalar lo que menos me ha gustado será que me he quedado con ganas de saber más. Pero así es la vida... una serie de encuentros, muchas veces accidentales, con historias de las que solo conocemos un fragmento y se interrumpe la posibilidad de poder saber algo más.
«Tal vez nuestras heridas, añadió, sean el único lugar en el que puede arraigar el futuro». (Pág. 34)
Tradicionalmente se ha considerado que el título de una obra es su mejor carta de presentación, su traje de gala, uno de los factores determinantes para calibrar el potencial éxito o el mérito de un libro, y si hay una autora que es capaz de condensar la esencia de sus libros en sus títulos, esa es Rachel Cusk (Canadá, 1967). Si en «A Contraluz» (una de mis mejores lecturas de este año; podéis leer su reseña aquí) viajábamos con su protagonista, Faye, a Grecia, cuna de la civilización occidental europea, decadente, que vive del recuerdo de su antiguo esplendor, su cultura floreciente, su esperanza en el progreso del ser humano politikon, igual que la vida de Faye quien una vez fue feliz, esplendorosa, floreciente y esperanzadora pero que ahora transita entre las ruinas de un divorcio con dos hijos menores a cargo, en Tránsito la acompañamos en su regreso a su ciudad de origen, Londres y en su intento por reiniciar su vida. De nuevo nada es casual y el simbolismo va mucho más allá de frases largas y elegantes o ideas complejas y profundas. 
«(...) sea lo que sea lo que queramos pensar de nosotros mismos, no somos sino el resultado del trato que hemos recibido por parte de los demás». (Pág. 14)
Pero Faye se propone a tomar ella sus propias decisiones, a tener el poder, cuando se da cuenta de que son los demás quienes siempre lo han tenido. Para ello decide, en contra del criterio del agente inmobiliario, comprar una casa ruinosa en Londres y, a fin de rehacer su vida decide, en contra del criterio de los mezquinos vecinos del piso inferior, reformar su casa. Una reforma de la casa, símbolo de las transformaciones que se están produciendo en su propia vida, es el punto de partida para que Faye nos reproduzca las conversaciones que mantiene con múltiples personajes, a cada cual más interesante, con los que se encuentra en esa etapa. De fondo, los golpes de escoba en el techo de toda la vida, de ese matrimonio septuagenario, sus gritos, sus insultos de «puta zorra», símbolo de esos padres agazapados en el alma de la casa, un subconsciente siniestro e indeseable. Rachel ha aprendido a andar de puntillas para no molestarles, como ha hecho toda su vida; sin embargo, sus hijos, no. Ellos están acostumbrados a otro tipo de vida; no se han visto obligados a hacerlo.
«—Yo ni me he mudado de casa —dijo—. Es curioso, tú has ido cambiando de todo, y yo de nada, y, sin embargo, hemos acabado los dos en el mismo sitio.» (Pág. 19)
Esos cambios que no llevan a ninguna parte y que no son sino vueltas en círculo pero que esconden un cambio interior, casi invisible y muy imperceptible. El jardín de su nueva casa es difícil de transformar, le avisa el contratista. «Es como pedir peras al olmo». Las losas de cemento se han quebrado por la presión de las raíces de los arboles, como si ese pasado enraizado en la vida de Faye la impidiese edificar algo nuevo, plano y sólido sobre él. El pasado pesa. El pasado empuja y asfixia y Faye se deja ver en este libro con algo más de relleno. Esa sombra A Contraluz comienza a ser más nítida y más densa. Nuestros ojos se han acostumbrado a esa penumbra y podemos discernir el color de su pelo, los rasgos de su cara, su cuerpo nervioso y activo deseoso de pasar a la acción. Faye sigue escuchando atentamente a cuantos le rodean y a través de un estilo indirecto libre nos reproduce sus historias. Cada personaje es más fascinante que el anterior hasta el punto de que individualmente podrían protagonizar cada uno de ellos un libro, tal es la exactitud con la que nos son presentados, ¡y eso que ellos apenas hablan directamente! 
«Pero había una indiferencia, un hastío, casi, que también entrañaba peligro y que nacía de darse demasiada cuenta de los sueños y las visiones ajenas». (Pág. 51)
Las conversaciones van girando en torno a temas tan interesantes como la responsabilidad propia: un agente inmobiliario responsable de buscar el lugar donde sus clientes desarrollarán una nueva vida; un peluquero que ayuda a ese cambio visible aplicando mechas, cortando mechones; un contratista que ha de lidiar con los molestos vecinos y con las vigas podridas adecentando un hogar. Las relaciones padres-hijos y la retroalimentación de expectativas y decepciones: como el ex de Faye, Gerard, responsable de la educación musical de su hija cuando él, paradójicamente, rechazó el amor por la música que intentaron inculcarle sus propios padres; el primo de Faye, Lawrence y su nueva mujer, Eloise, ambos aportan hijos a la pareja y no coinciden en la forma de educarlos. La sensación siempre incómoda de abandono que invade a su amiga Amanda, una eterna adolescente emocional que representa aquello a lo que más miedo tiene la gente: «a que no la quieran». La soledad, el deseo de ser amados, el compromiso, los remordimientos, la verdad y la mentira... 
«El punto de vista, dijo, es como lo de esas parejas que cortan el sofá en dos cuando se divorcian: ya no hay sofá, pero al menos ha habido justicia». (Pág. 87)
Rachel demuestra un estilo inteligente colocando pistas a lo largo del relato que nos muestran esa Faye cada vez más fascinante al mismo tiempo que juega a la rayuela dando saltos de un tema a otro y regresando de nuevo a él páginas más adelante: de Julián y un padrastro que no le pegaba porque si meza no podría parar a Jane que si empezaba a comer tampoco podría parar; de Jane vestida en tonos azules y verdes sentada sobre la sábanas blancas que cubren el sofá de Faye a Faye sentada sobre la sábana blanca que cubre el asiento del coche del jefe de obra; de Faye y su contratista a Amanda que tiene una relación con otro contratista...
«El destino, dijo, no es más que la verdad en su estado natural». (Pág. 218)
Todo está relacionado y Rachel tiene una asombrosa capacidad para, incluso estando de tránsito, anclarse al momento y a las personas que tiene enfrente. En un momento de la novela Faye, quien también es escritora, dice que cada lector que llega a un libro debe ser tratado «como un desconocido al que había que convencer para que se quedara». Sin duda, a mi me ha convencido gracias a «Un Tránsito a Contraluz» cada vez más nítido. 

Comentarios

  1. ¡Hola, Raquel!

    Me llama poderosamente la atención este libro. Creo que tengo que dejar de entrar en tu blog (ni de broma) porque entrada que leo recomendación que me llevo apuntada.

    Enhorabuena por tu reseña, me ha encantado.

    ¡Un abrazo grande!

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    1. Muchísimas gracias Santiago y ¡bienvenido a mi rinconcito! Esta autora me tiene enganchada y confieso mi debilidad por ella. Creo que es de esos libros «diferentes» que no dejan indiferentes a nadie, que o los amas o los odias, y yo los amo por su intimísmo y su honestidad. Si lo lees, ¡ya me contarás!

      ¡Un abrazote!

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  2. No he leído nada de esta autora y todo lo que cuentas (incluso lo que no te acaba de convencer) me genera interés, así que haré una incursión en su obra con cualquiera de estos títulos que propones.

    Tu blog es muy interesante, voy a seguir indagando en tus propuestas.

    Un abrazo

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    1. Muchísimas gracias, Laura y bienvenida a mi rincón. Puedes indagar todo lo que te apetezca y ojalá encuentres muchos títulos sugerentes. En el tuyo ya me siento como en casa y no veas la de cosas interesantes que he descubierto gracias a él.
      Un abrazo.

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