Ida Elisabeth - Sigrid Undset


Título original: Ida Elisabeth (1932)
Edición: Palabra (1ª edición, 2012)
Traducción: Cristina Gómez-Baggethun
Páginas: 508
ISBN: 978-84-9840-807-2
Precio: préstamo biblioteca municipal
Calificación: 7/10.
«Los que nos sucedan, ¿estarán dispuestos a cargar con todos esos lastres que nosotros aún nos sentimos obligados a echarnos encima? ¿Ayudarán a todos aquellos que no saben ni quieren ayudarse a sí mismos? ¿Aceptarán que todos los viejos vivan hasta que se mueran por sí mismos e incluso que se haga todo lo posible por alargarles el final?» (Pág. 141)
Lo que más me ha gustado: el personaje de Ida Elisabeth, aun resultando a veces fría y reservada, despierta la admiración no solo por todas las cuestiones que se plantea sino también por cómo las resuelve. Dos cuestiones son centrales en esta obra: la primera, cómo compatibilizar el papel de mujer y el de madre; la segunda, cómo mantenerse como una mujer independiente y autosuficiente, incluso con hijos a cargo y en la pobreza, pasando por encima de la presión social, familiar y religiosa de la época. El tema de cómo una mujer divorciada y con hijos puede rehacer su vida profesional y sentimental es central en la segunda parte del libro. Muy interesante.

Lo que menos me ha gustado: escrita al más puro estilo s.XX con frases largas, bien construidas y descripciones minuciosas se repite en algunas ideas de forma reiterativa. La traducción en ocasiones tampoco ayuda. Plagada de Ufs y Bufs, resulta a veces desesperante.
«En ese instante supo -y no fue un pensamiento, son una implacable pulsión- que de una manera u otra tenía que mantener un manantial en su alma, como las fuentes que incesantemente impulsan los chorros de agua hacia el cielo, hacia el paisaje sobre las montañas blancas y soleadas y la gran cúpula celeste; por mucho que ella estuviera atrapada abajo, entre las sombras de la playa.» (Pág. 39)
Sigrid Undset
Debía mantener un manantial en su alma; era una mujer atrapada entre las sombras... La autora noruega Sigrid Undset (1882-1949) fue la tercera mujer (de las catorce en total hasta el momento) en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1928 por «sus poderosas descripciones de la vida en el Norte durante la Edad Media». Obras como Cristina, hija de Lavrans la encumbraron a lo más alto de la literatura de su época y la permitieron convertirse en una de esas pocas mujeres emancipadas que conseguían vivir gracias a su propio trabajo. Hasta tal punto es así que tras divorciarse del pintor Anders Castos Svarstad no sólo mantenía a los tres hijos del matrimonio sino también a los hijos que el pintor tenía de un matrimonio anterior. Por ese motivo es inevitable no encontrar en Ida Elisabeth reminiscencias de su propia vida pues aunque no se trata en sí misma de una obra autobiográfica sí que recoge dilemas y cuestiones a las que la propia Sigrid tuvo que enfrentarse en su vida personal.
«No te libras de todo lo que has pasado sin que te deje huella. Ay, cómo desearía poder olvidar muchas de las cosas que sé. Hay tantas cosas que me encantaría poder creer, sobre la vida y todo eso, pero no puedo, esos sería fingir. Son tantas las cosas que una sería más feliz no comprendiendo...» (Pág. 364)
Si algo caracteriza la obra de Sigrid es la gran profundidad psicológica de sus personajes así como la repercusión externa que tienen sus actos. Ambientada en la época en la que fue escrita, 1932, Ida Elisabeth nos cuenta la historia de una mujer trabajadora, luchadora y sensata que lucha por adaptarse a la situación en la que se encuentra. Al ser huérfana no cuenta con ningún apoyo familiar y la familia de su marido es más una carga que una ayuda. Su marido, Frithjof, es un joven hermoso pero negligente e irresponsable que vive de forma desenfadada y ligera, dando saltos de trabajo en trabajo. Ida abre una tienda de costura en un pequeño pueblo de Noruega y gracias a su trabajo constante logra mantener a toda la familia. Se siente culpable pues el trabajo le quita tiempo para poder estar con sus hijos pero Ida, una mujer práctica, ve que es el precio que tiene que pagar por poder sobrevivir. A medida que pasa el tiempo se convence de que su matrimonio con Frithjof le ancla en un lugar en el que no quiere vivir y en un entorno que la asfixia. Un terrible accidente de consecuencias imprevisibles dará a Ida el impulso necesario para romper con todo y comenzar una nueva vida en otra ciudad.
«Pero ahora, que tenía a Karlemann en sus brazos, no podía dejar de pensar en una obra de teatro que había visto de niña sobre una griega llamada Medea, que el quitó la vida a sus dos hijos al darse cuenta de cómo era realmente su padre. Ahora lo entendía a la perfección». (Pág. 23)
Unos hijos que recuerdan al incompetente y mentiroso padre, unas anclas, unos lastres a veces, que impiden avanzar, el pensamiento constante de cómo habría sido su vida si no le hubiese conocido, si no se hubiese casado con él, si no hubiesen nacido... ¿Cómo habría sido su vida? Dejar volar la imaginación es tan dulce, pero, para, no puedes, hay que seguir viviendo, ser práctica, esto es lo que hay. Leer una historia como la de Ida Elisabeth en nuestros días no deja de sorprender por resultar avanzada para la época en la que fue escrita. Noruega es hoy paradigma de país abierto e igualitario pero en aquellos años se trataba aun de una economía agrícola centrada en granjas desperdigadas por esos idílicos paisajes noruegos tan inspiradores donde el aislamiento conllevaba también la dificultad de cambiar de vida, sobre todo si se trataba de una mujer con hijos. Ida no se amedrenta y se plantea cuestiones a las que busca dar respuesta en todo momento: ¿puede un error de juventud suponer una carga para toda la vida? ¿es posible cambiar de opinión y adoptar la decisión que uno considera correcta? ¿hay siempre tiempo para luchar por las segundas oportunidades? ¿qué es la conciencia propia? ¿somos siempre responsables de las personas que nos rodean?
«(...) en la propia belleza de la música había una negación de todo lo que ella sabía que la vida también era. pero entonces, ¿es que no hay nada firme? ¿Hay solo poesía y canto, ambiente y dulzor para el alma, y ni un solo pedazo de pan para los pensamientos hambrientos y la voluntad cansada?» (Pág. 477)
Sigrid Undset con dos de sus hijos
Una madre animal, una madre-padre que no pierde nunca de perspectiva su principal objetivo: el bienestar de sus dos hijos. Ida va transcurriendo su vida con un gran optimismo a pesar de las dificultades porque un mantra se repite melodiosamente: aunque todo el mundo le falle a todo el mundo, lo último que debe ocurrir es que una madre le falle a sus hijos. Su refugio es su conciencia y en su proceso de madurez se convence de que hay vínculos que hay que mantener aunque sean dolorosos, pues más doloroso será el cargo de conciencia por romperlos, y que el compromiso con uno mismo implica también un cierto compromiso con los que nos rodean. El querer frente al deber, la búsqueda de una identidad propia, la independencia como mujer y como madre cueste lo que cueste, son algunos de los temas en los que Sigrid profundiza a través de Ida Elisabeth buscando quizás respuestas para sí misma. Undset tuvo tres hijos: la mediana nació con problemas de salud y al tercero le dio a luz tras su divorcio criándoles ella sola. Pero lo peor estaba por llegar: en 1940 su hijo mayor murió en combate contra las tropas alemanas y su hija moriría poco después. Tras eso se exilió en EEUU y al final de la guerra regresó a Lillehammer, donde había vivido con sus hijos. Tras su regreso nunca más volvió a escribir. Y es que, la vida y la literatura no son cosas distintas sino que, como las dos caras de la misma moneda, van siempre unidas de forma indisoluble. 

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