Mejor la ausencia - Edurne Portela

«Pienso en mi madre y me doy pena. Cagarla de esta manera debe ser cosa de familia. Estamos todos tarados. Yo no iba a ser la excepción.» (Pág. 99)
Lo que más me ha gustado: El retrato generacional que, a través de Amaia, la protagonista, obtenemos de los habitantes de un pequeño pueblo bilbaíno entre los años 1979 y 1992. La beligerante ETA, los GAL, la terrible pandemia de la heroína, el paro, la violencia intrafamiliar y la violencia social en forma de dianas pintadas en casas y de llamadas anónimas amenazantes aparecen de telón de fondo mientras suena Extremoduro o los Sex Pistols y la kale borroka quema coches. Todo narrado con un ritmo de vértigo.

Lo que menos me ha gustado: La segunda parte, si bien es corta y contiene reflexiones interesante sobre el proceso de la escritura como catarsis, me ha parecido demasiado redundante pues da explicaciones sobre temas que ya habíamos ido imaginando a lo largo de la lectura mientras que sobre otros nos deja con la misma incógnita que manteníamos.
«Y escribo. Escribo. Escribo. No quiero hacer otra cosa. Escribo y sueño con lo que escribo, que no sé si está en mi imaginación o en mi memoria. A veces me despiertan las pesadillas. Vuelvo a pasar miedo por las noches.» (Pág. 223)
Dijo Adelaida García Morales que en el proceso de la escritura la imaginación y la memoria se confunden, y es que este libro es precisamente eso, un ejercicio de memoria por parte de Edurne Portela (Santurce, 1974) por sus grandes dosis autobiográficas pero también de imaginación por ser la novela el cauce por el que se permite apartarse de una realidad que puede resultar muy dolorosa de recordar. Mejor la ausencia es una novela durísima con un ritmo de trote de caballo en el que de forma vertiginosa su protagonista, Amaia, va narrando su vida a modo de entradas en su diario. El abanico temporal que abarca la primera parte (la más extensa) es muy amplio pues comienza en 1979 cuando la niña tiene cinco años y acaba en 1992, cuando cumple la mayoría de edad. La segunda parte, más narrativa, aporta las voces no sólo de Amaia sino de otros protagonistas, permitiéndonos así despejar incógnitas y confirmar teorías que hemos formulado en la primera.
«Para qué ha venido. La culpa de todo la tiene él. Ama tiene razón. Él debería estar ahí dentro y no el tato. Que le pase lo que dice ama. Que nos deje en paz. Que se muera.» (Pag. 68)
Pero sin duda el gran leit motiv de esta novela es la violencia, tema en cuyo estudio se ha especializado Edurne Portela y sobre el que ha publicado numerosos ensayos. Y es que la violencia tiene una sombra alargada y, como la hidra, se regenera si cortas uno de sus tentáculos. La violencia ejercida por el propio sistema en la lucha contra ETA, la violencia brutal de la propia banda terrorista, la violencia en las calles a través de la kale borroka y, a nivel más íntimo, de puertas para dentro de casa, la violencia familiar. Un padre maltratador, cuatro hermanos que aprenden que esa agresividad es la única forma de defensa y que prefieren anticiparse y atacar antes de ser atacados, una madre anulada. En ese entorno tan inestable y agresivo la pequeña Amaia se habitúa a detectar desde pequeña cuándo debe huir y cuándo luchar. La infancia, a ratos dulce y divertida, se va convirtiendo cada vez más es una pelea con la vida.
«Estoy sola en la salita. Aníbal no sale de su habitación. Tengo miedo. Si Aitor pega mucho a Kepa, Kepa después me pega a mí. Voy corriendo a la habitación de Aníbal. En el pasillo Kepa me pone la zancadilla. Me caigo y veo todo negro.» (Pág. 17)
Edurne Portela.
En esa primera parte de la novela, sin duda la más interesante, la que nos muestra el aprendizaje de Amaia, su propia formación como persona que determinará la adulta en la que se convertirá. La ausencia de un padre endiosado hasta que cae del pedestal, la presencia de una madre pasiva que se muestra incapaz de imponer límites a sus hijos, la intermitencia de unos hermanos que «sobreviven como pueden», nos conmociona y nos toca hondo. Algo que resalta en la obra es cómo la voz narrativa se va adaptando a la edad de Amaia pasando de un lenguaje infantil, que claramente no entiende aún qué está pasando, a un lenguaje adolescente soez, herido, caprichoso e individualista que lucha por la supervivencia. 
«—¿Sabes cuál es uno de los primeros recuerdos que tengo?
—¿Cuál?
—Mi padre tirando un gato por la ventana. » (Pág. 101)
En algunos lugares he leído insistentemente sobre la relación de Amaia con su padre, ese hombre turbio y violento que logra el éxito económico gracias a sus trapicheos y que aparece y desaparece a su antojo exigiendo lealtad absoluta. Sin embargo, quienes seguís mi blog sabéis que siento debilidad por el tema de las relaciones madre-hija y esta obra encaja perfectamente en mis #MaternidadesLit. Se habla mucho del hombre maltratador pero, ¿qué pasa con la mujer-madre maltratada? ¿Cómo logra sobrevivir, levantarse cada mañana, preparar el desayuno, dar los buenos días a sus hijos, lamer sus heridas a escondidas, pintarse los labios aparentando normalidad? ¿Y qué sucede si esa mujer está tan superada por todo que le resulta imposible? Si Amaia es un personaje fascinante por su evolución la madre, Elvira, no lo es menos, y la relación entre ambas atraviesan todas las fases imaginables en ese apego feroz (Fierce Attachment, ¡qué bien lo definió Vivian Gornick!) madre-hija.
«Mi madre niega triste con la cabeza. No le queda nada de la alegría que tenía al empezar a contarme esta historia. Me doy cuenta de que la única compañía que tiene mi madre es la de mi abuela. O la mía. Nunca había pensado que ella también pueda necesitar una amiga.» (Pág. 134)
Las drogas, los abusos sexuales, el alcohol, el fracaso escolar, las amistades de la infancia que se quedan y las que se van, la muerte, el sentimiento de abandono, de impotencia, la repetición de patrones aprendidos, la influencia de las cuadrillas en los adolescentes... no hay tema que Edurne Portela no aborde con honestidad y claridad en este libro. Se atreve con todo. «Mejor la ausencia» es su primer salto a la novela, tras haber publicados varios ensayos, y sale de él con una excelente nota pues, efectivamente, ante la presencia de determinadas situaciones es «Mejor la ausencia» de éstas, o en su defecto huir, algo que cada uno de los miembros de esta familia hace a su manera. 

Edición: Galaxia Gutenberg (3ª edición, 2017)
Páginas: 234
ISBN: 978-84-170881-25
Precio: 19,90€
Calificación: 8/10.

Comentarios

  1. ¡Qué ganas de leerla! La verdad es que es difícil hablar de algo tan complejo y complicado como la violencia en el entorno familiar, pero hacerlo desde la honestidad bien vale la pena. No huiré de esta lectura. Un abrazo!

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    1. Hace bien en no huir de ella porque es realmente impactante. No sé dónde termina la realidad y empieza la ficción a nivel autobiográfico pero eso es lo interesante pues su voz siempre resulta tan creíble que golpea. Un gran relato, sin duda alguna.
      Un abrazote, Pilar!

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  2. Y tres entradas más tarde consigo visitarte...aiiins pero qué desastre *se tapa la cara*
    Primero de todo, es: ¡Madre mía tus últimas lecturas, y estamos en febrero!! Muy fan de tu ritmo lector, en serio.

    Segundo, empiezo por el de Rosamond Lehmann A la intemperie, que me gustó muchísimo tu reseña y lo tengo ahí para próximas compras, lo que además me recordó que este año también tengo pendiente Jetta Carleton que ya me conquistó a través de tus palabras sobre Cuatro hermanas (y como deja sonrisa y ahora con el estrés me viene bien esas lecturas pues no me voy a poner remolona jejeje)

    Con el reto WomenPNL, me dejáis loca tú y Diana, me da mucha pena no tener tiempo para dedicarle, pero bueno, en cuanto me quite la opo de encima, tendré tiempo para leer sin prisas y me reengancharé seguramente, muchas de ellas ya estaban en mi lista de pendientes.

    Y con Edurne Portela y su Mejor la ausencia, qué decirte, me ha parecido una reseña brutal y puedo imaginar el tono del libro y lo potente que debe ser...Me interesa mucho además de esa relación madre-hija (muy interesante lo que planteas, normalmente siempre se presta atención al maltratador mientras que la mujer maltratada pasa a ser víctima -así en genérico- y un número a engrosar listas anuales) Desde el punto de vista informativo, nada se dice acerca de lo que ella vive todo eso, qué siente y demás...y para mí es importante empatizar con ello porque es la única forma de que la gente vea qué significa la violencia.
    En cuanto a la violencia social, de la banda terrorista y la situación de aquella época, es algo que siempre ha estado presente en mi vida y no puedo evitar sentir curiosidad por una época que yo viví siendo muy pequeña como para enterarme realmente de algo pero que sin embargo afectó a las circunstancias..

    Es genial poder sacar un ratito y visitarte, aunque sea un mes más tarde jejej , aunque no voy a estar muy activa estos meses,volveré con energía para ponerme al día! :)
    ¡Un besazo!
    PD: Perdona por el tochocomentario!

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    1. Ay, Anita. Ni te imaginas lo que me emociona que aproveches un ratito para pasarte por aquí a leerme. Me siento taaaan agradecida. La lectura de Rosamond Lehmann creo que te va muy bien en esta época de exámenes para que te deje una sonrisa, y, sobre todo, Cuatro Hermanas, que es tan hermosa.
      Ya me contarás qué tal pero, sobre todo, ya nos irás contando cómo van tus tochoexámenes. Te deseo toda la suerte del mundo aunque estoy segura de que el esfuerzo tendrá su recompensa y que tu talento saldrá a relucir.
      Un abrazo enorme, Anita... ¡a por ello!

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  3. ¡Wow!

    Tiene una pinta increíble. No fallo con tu blog... Vez que entro, vez que me llevo apuntado un libro. Me alegro de que nos hayas descubierto esta novela para mí desconocida.

    Un abrazo muy grande, Raquel.

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    1. Gracias, Santi. Tus palabras siempre consiguen sacarme una sonrisa y me encanta que en tu ruta bloguera te pases por este rinconcito.
      Un abrazo

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