Con rabia - Lorenza Mazzetti


«Fabrizio me ha recomendado que lea una página de Kierkegaard donde dice que necesita "escoger entre la indiferencia y la no indiferencia", y que todos debemos hacer esa elección, todos los hombres deben hacer esa elección entre una cosa y la otra; y que esa elección, en latín, se llama aut aut, que significa, presiciamente, "esto o aquello".» (Pág. 142)
Lo que más me ha gustado: la pluralidad de emociones intensas que logra despertar la autora gracias a la magia de la literatura. Rabia, concentrada hacia los alemanes y extensible hacia todo un entramado de hipocresía social y religiosa que ni hizo ni hace nada por evitar que la historia se repita. Miedo, miedo a que por esas vueltas de la vida «los hombres de metralleta» vuelvan a meterse en las casas y esta vez la nuestra sea una de ellas. Regreso, regreso a una adolescencia marcada por los tabúes de ser mujer ante la ausencia de una educación sexual, y basada ésta en chascarrillos y rumores a media voz en el cuarto de baño del colegio. Todos los aspectos sobre la sexualidad y cómo la joven adolescente se acerca a ella, que Simone de Beauvoir detalla en el capítulo Infancia del «Segundo Sexo», son desarrollados con ejemplos prácticos a través de esta historia de Penny y Baby y su despertar sexual que tiene ha despertado en mi memoria ecos de la visceralidad de Natalia Ginzburg y Elena Ferrante.

Lo que menos me ha gustado: el tono visceral y contundente que empapa toda la narración provoca que la voz narrativa decaiga en ocasiones y resulte repetitiva. Esta redundancia complica la lectura lineal de la novela pues a veces la narradora se embarca en reflexiones incoherentes, claro síntoma de la rabia, que es un arma de doble filo ya que logra transmitir a quienes la leemos la impotencia y la conmoción que la embarga pero también nos atora tanto que puede llegarnos a provocar agotamiento ante la magnitud de tantas emociones. Si lo hubiera combinado con momentos de calma, la novela, en mi opinión, habría ganado mucho pues los contrastes hacen que los sentimientos ganen en intensidad.
«"¿Hay burdeles para mujeres?" "No." "Las mujeres deben ser puras, si no, cometen pecado." "¿Y los hombres no?" "Con los hombres es diferente." "¿Por qué?" "Porque los hombres son el sexo fuerte, y tienen necesidades que las mujeres no tenemos."»(Pág. 123)
Lorenza Mazzetti.
Lorenza Mazzetti (Florencia, 1927) es una superviviente de la Segunda Guerra Mundial que ha pagado un largo precio emocional por ese privilegio de permanecer con vida. Su vida está marcada por la violencia que presenció de niña y por la ausencia de padres. Su madre falleció en el parto en el que nacieron ella y su hermana Paola. Su padre no supo estar a la altura y las dejó en manos de cuidadoras hasta que, en vista de que no las atendían debidamente, decidió dejarlas bajo la tutela de su tía materna, Nina, su tío Robert Einstein (primo de Albert) y sus primos. Fue esa la etapa más feliz de su vida ya que, como ella misma señala, por primera vez sintió el calor de un hogar. Sin embargo, el estallido de la Segunda Guerra Mundial marcaría por segunda vez su vida de tragedia al recibir en la casa la visita de soldados de la SS quienes asesinaron a toda la familia como represalia por el exilio de Albert a EEUU. Paola y Lorenza se salvaron por no llevar el apellido Einstein. Esta historia aparece narrada en la primera novela de Lorenza, El cielo se cae [1962. Periférica] y esta segunda novela arranca con Lorenza y Paola ya adolescentes y cómo logran convivir, cada una a su manera, con ese horror pasado.
«Arrastro mi pureza como una culpa, la culpa de estar viva. Espero a los asesinos cada noche con sus largos fusiles apuntando contra mí y los pantalones bajados. Y esta violencia es tan natural para mí como la muerte y la desgracia.» (Pág. 84)
Con Rabia. Pocos títulos son tan acertados y clarividentes como el de este libro pues nos da una pista obvia sobre el lugar desde el que está escrito este relato con tonos autobiográficos narrado en primera persona. Rabia más que comprensible, tras conocer su biografía, que impulsa a Penny, alter ego de Lorenza, a lo largo de numerosas reflexiones y experiencias enquistándola en una visión unidimensional de cuanto le rodea, de lo que ha sucedido, sucede y sucederá. Mientras que su hermana gemela Baby consigue encarar la vida con una cierta naturalidad adaptándose a hacer a aquello que convencionalmente se le exige por edad y época (estudiar, arreglarse y ser coqueta, lucir sus primeros zapatos de tacón, enamorarse...), Penny queda estancada en un sentimiento que la aprisiona y la impide avanzar. Las preguntas se repiten una y otra vez y ante la falta de respuesta a las mismas entra en una espiral de pensamientos rumiantes, obsesivos, inútiles y negativos que la dirigen hacia crisis de ansiedad y depresión.
«Fabrizio dice que se siente como aquel hombre que permanece paralizado toda la vida delante de una tela de araña, preguntándose si ayudar a la mosca a salir de la tela o si dejarla ahí para la araña.
—¡Ayudar a la mosca! ¡Hay que hacer algo, hay que hacer algo! —exclamo.
» (Pág. 145)
Con Rabia porque Penny sufre el estigma del superviviente con toda su complejidad: sentimientos de culpabilidad, incomprensión en el entorno que la rodea y que no sabe cómo cuidarla y ayudarla a pesar del amor que la profesan, necesidad ineludible de empezar de cero, romper con todo lo anterior, borrar un pasado que permanece y que se repite en ensoñaciones y pesadillas colapsando en los ataques epilépticos que Penny sufre.
«El cielos se cae, y soy la única que quedo para sostenerlo, sin un Dios que asuma la responsabilidad de la culpa.» (Pág. 164)
Con Rabia porque ante la prueba irrefutable de que Dios no existe o que de hacerlo es un incompetente por haber permitido que pasara lo que pasase, queda un vacío que la joven Penny no sabe cómo rellenar. Si sobrevivió, se dice, es porque tiene una misión que ha de cumplir, pero ¿cuál es? A veces cree que es la venganza, otras veces concienciar a todas las personas una a una para que no vuelva a repetirse la historia, en otras ocasiones no se cree merecedora de esa vida y cree que lo mejor es desaparecer, superada por esa inmensa responsabilidad que no sabe cómo afrontar.
«¿Todas las ciudades están tan muertas como ésta? ¡Falsos-paletos-snobs-burgueses todo el día deambulando arriba y abajo por la calle Tornabuoni y tomando el té en Doney! (...) Quisiera apostarme delante de Doney a la hora del té con una pistola en la mano liquidarlos a todos, unos después de otro.» (Pág. 100)
Con Rabia porque comprueba que la vida sigue, que los muertos están muertos aunque ella aun los sienta vivos y que han muerto para nada. Lo intelectuales no gritan; los escritores tampoco, salvo Camus que sí da puñetazos sobre la mesa retorciéndose de dolor y ella también, como él, se siente extranjera. La gente sigue paseando por la Vía Tornabuoni, deseosa de olvidar, comprando cosas, tomando té, hablando cosas vacuas, emborrachándose como si nada hubiese pasado. La posguerra lejos de ser una época de reflexión y de ajuste de cuentas es un parche de continuidad. El paso del tiempo la asusta porque comprueba que nada ha cambiado, que los hombres de la metralleta volverán a aparecer, y esta vez no tendrá tanta suerte, acabarán con ella.
«Porque lo que se dice libertad, en esta ciudad, sólo la tienen los hombres. Ser mujer significa ser esclava. Me resisto a convertirme en una mujer como todas las demás, es decir, es una esclava.» (Pág. 12)
Con Rabia porque a todo lo sucedido se une el desconcierto de una adolescente carente de guía, sin padres, sin amigas, sin orientadores, con un tutor únicamente preocupado por el dinero y una tutora cariñosa que solo responde a sus preguntas aludiendo a la fe en un Dios que Penny ya asesinó en su mente. Con la adolescencia llega el despertar sexual, la plena conciencia de que como mujer tiene un destino sometido a los hombres y al deseo de gustar, ser sumisa, ser amada, casarse y procrear, a lo que ella se resiste y no se conforma. Sueña con ser hombre y gozar de la libertad de éstos para pasear por las calles florentinas a cualquier hora, vivir el sexo sin tabúes y con plenitud, encontrar las respuestas que nadie le da a qué sucede cuando un hombre y una mujer se quedan a solas y desnudas una frente a otra, sin miedo a ser «perforada», «taladrada», «sometida».
«Uno empieza a comer más no poder, a no pensar, a dormir o a bailar con la tripa llena, y se idiotiza, cae en un letargo. (...) Baby y yo, si continuamos tragándonos todo lo que nos dan, espaguetis y latín, idioteces y mentiras, caeremos irremediablemente en ese letargo también.» (Pág 213)
Lorenza y Paola.
Con Rabia porque el tiempo pasa y Baby crece, lo que significa que ella también crece, y esas dos hermanas casi siamesas comienzan a tener inquietudes distintas ante lo que Penny se siente traicionada. Su amor es absorbente, desesperado, exigente. Nadie puede cumplir tantas expectativas que anulan y destruyen. Por todo ello, se trata ésta de una novela intensa y contagiosa, que me ha recordado en su escritura hablada a Natalia Ginzburg y en el desparpajo con el que habla de ciertos temas a esas mujeres fuertes y decididas de Elena Ferrante. Una novela cuyo tono violento y agresivo constituye un vómito de frases cortas y contundentes que tiene no obstante un lado negativo: resulta agotador y corre el riesgo de desbordarnos y anestesiarnos. Una lectura que hay que abordar de forma concentrada, con calma y, en mi caso, con pausas. 

Título original: Con Rabbia
Traducción: Julián Rodríguez
Edición: Periférica (1ª edición, 2017)
Páginas: 275
ISBN: 978-84-16291-57-1
Precio: 19,00€
Calificación: 8/10.

Comentarios

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