Viento del Este, Viento del Oeste - Pearl S. Buck


«Hablábamos en voz alta, pero era como si nos oyésemos...; hablábamos sin comprendernos. Noto que he cambiado y que en ese cambio ha contribuido el amor» (Pág. 157)
Lo que más me ha gustado: el retrato fiel que Pearl S. Buck realiza de la tradicional sociedad china, anclada en sus profundas raíces de normas, convenciones y reglas. La situación de la mujer, tanto en su vida privada como pública (muy escasa) está exhaustivamente regida durante toda su vida por rituales que chocan con nuestra mentalidad occidental: cómo debe vestirse, cómo debe comportarse al ser recibida por su suegra, cómo debe dirigirse a su marido, cómo educar a sus hijos... Un mundo asfixiante visto desde fuera pero del que muchas mujeres se resisten a salir y que contrasta de forma escandalosa con la aparente libertad de la que gozan los hombres. Una lucha desigual de sexos en toda regla.

Lo que menos me ha gustado: el estilo narrativo de Pearl S. Buck es demasiado correcto y descriptivo, quizá como corresponde a la época en la que escribió esta obra, 1929, o quizá porque esta se trata de su primera novela. Apenas hay imágenes literarias salvo algunas referencias a la naturaleza, tan admirada en la cultura china, o a sus olores y colores, pero más allá de eso no arriesga. Aun así ha resistido bien el paso del tiempo y puede leerse de una manera fácil, sin complicaciones y sin dobles sentidos.
«—Lo sé. Días difíciles para los viejos. Entre los ancianos y los jóvenes ya no existe posibilidad alguna de comprensión; están separados, como un afilado cuchillo separa la rama del tronco» (Pág. 191)
En el marco de la iniciativa #WomenPNL de @Todo_mi_ser para leer a las catorce mujeres que han recibido el Premio Nobel de Literatura, este mes nos hemos acercado a Pearl S. Buck (1892-1973), escritora estadounidense que vivió la mitad de su vida en China y cuya influencia cultural se percibe en prácticamente toda su obra. Galardonada con el Nobel en 1938 por «sus descripciones ricas y verdaderamente épicas de la vida campesina en China y por sus obras maestras biográficas», en esta ocasión narra una historia desde el punto de vista de una mujer china perteneciente a una prestigiosa familia de lato linaje bien situada económicamente. Sin embargo, China ha empezado a abrirse al exterior y muchos de sus jóvenes, hombres, salen a estudiar al extranjero. Como consecuencia de ello, a su regreso se produce el choque de culturas brutal, el Viento del Este contra el Viento del Oeste y la apacible brisa que circula por los jardines de las casas, bien protegidas del exterior, se convertirá en huracanes.
«—Una mujer debe guardar ante los hombres un florido silencio, procurando retirarse tan pronto como sea posible hacerlo sin pasar por torpe»  (Pág. 10) 
La joven Kwei-Lan nos interpela, «¡Oh, hermana!» y nos cuenta en primera persona su historia con emoción, con desconcierto, con pasión. Como tantas otras jóvenes de su época, Kwei-Lan se ve obligada a someterse a la voluntad de sus padres contrayendo matrimonio con un joven que no conoce pero con quien la prometieron de niña. Ese destino, ya marcado desde su nacimiento, ha sido el motivo de su existencia. Todo cuanto le han enseñado su madre y las mujeres del servicio ha ido dirigido a ese momento en el que ella será la señora de su casa. Sin embargo, el joven con quien se casa, también perteneciente a una familia de prestigio ancestral, ha estudiado Medicina en el extranjero y a su regreso se niega a que entren en su casa costumbres que él califica de supersticiones y atrasos.
«Al principio me quedé asombrada. No lo comprendía. ¿Yo su igual? ¿Por qué? ¿Acaso no era su mujer? Si él no me decía lo que había de hacer, ¿quién me lo diría?» (Pág. 41)
La forma en la que Kwei-Lan recibe esos nuevos Vientos del Este de su marido es fascinante. Pearl S. Buck, en lo que para mi es lo mejor de esta novela, va detallando las fases por las que la joven va pasando ante la nueva situación. El abandono del hogar de su madre la llena al principio de melancolía. La nula educación sexual recibida la sumerge en temores ante su nueva vida de casada. Las ideas liberales de su marido la estremecen y hace que en todo momento tema la ira de los dioses. Sus padres así como los padres de su marido se oponen radicalmente a la introducción de esos nuevos pensamientos que amenazan con hacer tambalear toda una cultura. El choque generacional es un auténtico choque de trenes que en un primer momento tiene a la propia Kwei-Lan en sus filas. Sin embargo, poco a poco va abriendo los ojos y dándose cuenta de lo absurdo de algunas tradiciones y comprendiendo que la esclavitud a la que se veía condenada como único destino por ser mujer no es justa. Igual que tampoco es justo que a su primer hijo lo tenga que entregar a la familia de su marido para cumplir con los antepasados ni que los hombres se desentiendan de las «cosas de mujeres». El episodio en el que Kwei-Lan observa sus deformes pies tras haber sido sometidos a la atávica ceremonia del vendado para empequeñecerlos es estremecedor y de un realismo sutil que conmueve.
«Incliné la cabeza para ocultar las lágrimas. Pensé en las numerosas noches de insomnio, en los días en que la intensidad del dolor me impedía comer y jugar, en las horas pasadas, sentada al borde de la cama, moviendo los pies para aligerarlos del peso de la sangre. ¿Y ahora...?» (Pág. 60)
Si dicen que los libros nos permiten viajar, «Viento del Este, Viento del Oeste es, sin duda, un buen ejemplo de ello. Un viaje en el tiempo, a la China de entreguerras que aun conserva esa cultura anquilosada y cerrada, especialmente en lo que a la mujer se refiere. Un viaje en el espacio sumergiéndonos en una cultura aun hoy desconocida que gracias a la labor de autoras como Pearl S. Buck nos resultan menos misteriosa pero no por ello menos intrigante e interesante. Una obra que refleja la importancia de abrir la mente, alejarnos de nuestro antropomorfismo cultural y caminar en los zapatos o, en este caso, con los pies, de otras personas. Una delicia que se lee del tirón y que se disfruta dejándonos un buen sabor de boca.
«Entre todas las cosas curiosas que aprendí de mi marido, había una, sobre todo, que me sorprendía infinitamente: que los pueblos occidentales tuvieran lastimas luces celestes, el sol, la luna y las estrellas que nosotros». (Pág. 91)
Si me permiten una última nota curiosa, a modo de ejemplo de cómo las lecturas se cruzan y al final todo está relacionado, incluso en los libros que leemos al azar, hay una novela que me gustó muchísimo en su momento y de la que les hablé: «La niña de oro puro» (Editorial Sexto Piso, 2015), de la genial Margaret Drabble, en la que trata, entre otros temas, sobre escritor@s que tuvieron hijos con necesidades especiales. Bien, pues una de las que se menciona es, precisamente, Pearl S. Buck. De ella recoge lo siguiente:
«La también novelista Pearl Buck, por el contrario, había ido muy lejos y no había escatimado en gastos para apoyar a su hija con daños cerebrales, a quien describió de modo memorable como "la niña que nunca creció". Jess no había leído ninguna de las muchas novelas escritas por Buck, en otros tiempos grandes éxitos de ventas que la hicieron merecedora del Premio Nobel, pero sí había leído la breve exposición en la que Buck hablaba de su hija Carol, quien había padecido fenilcetonuria y durante años nadie supo qué era lo que le ocurría. Según su madre, Carol había sido una bebé rubia y encantadora, y una niña bonita y feliz, pero al hacerse mayor empezó a sufrir de inquietud física. Sus capacidades mentales no llegaron a desarrollarse, a pesar del amor, la atención y los persistentes esfuerzos de su madre por educarla, y jamás aprendió a leer ni escribir. Las condiciones extremas que se vivían en China durante los años veinte del siglo pasado podrían haber explicado parte de la inadaptación de la niña, pero aparentemente no guardaban relación con ella. Buck viajó muchísimo durante años en busca de una cura, y finalmente en los Estados Unidos un "experto" fiel al juramento hipocrático advirtió a Buck de que abandonara toda esperanza. Lo que debía hacer era encontrar un lugar en el que la niña pudiera estar a salvo, feliz, y dejarla allí. No debía perder más el tiempo ni angustiarse por ella. A Carol no se la podía educar ni era posible ayudarla.
Buck no fue capaz de seguir este consejo práctico. Era madre, su padre había sido misionero, y no podía olvidarse de su única hija. Hizo lo que pudo.
Al hacerse cada vez más rica y más famosa, adoptó otras hijas en un esfuerzo por sanar la herida maternal, y fundó residencias y hogares de acogida. Algunos de ellos siguen funcionando, en el siglo XXI, conmemorando a Carol Buck.
» (La niña de oro puro. Margaret Drabble. Pág. 165)

Título original: East Wind, West Wind (1929)
Edición: Plaza & Janés Editores (6ª edición, 1992). Sí, esta novela es ¡¡un auténtico Best Seller!!
Traducción: G. y L. Gosse
Páginas: 255
ISBN: 978-84-014976-1-2
Precio: esta edición costaba originalmente 595 pesetas ;-) En la librería de segunda mano me ha costado 2,50€ pero se puede encontrar fácilmente de primera mano en cualquier librería.
Calificación: 7/10.

Comentarios

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