Cómo dejar de escribir - Esther García Llovet






Edición: Anagrama. (1ª edición, enero 2017)
Páginas: 128
ISBN: 978-84-339-9827-9
Precio: 15,90 €
Calificación: 9/10

Lo que más me ha gustado: el libro se lee como si estuvieses viendo una película (no en vano, la autora estudió Dirección de Cine y ha trabajado como guionista de documentales), con localizaciones constantes (la calle López de Hoyos, el barrio de Arturo Soria, la Puerta del Sol...) que permite que con pocas palabras la autora nos cree imágenes completas.

Lo que menos me ha gustado: el tono narrativo a veces es demasiado ligero, volátil, y al alejarse de la narración clásica con una trama definida y desarrollada linealmente hay que estar muy pendiente para distinguir lo onírico de lo real, lo que ha pasado y cuándo ha pasado.
«—Siempre encerrado, no sales nunca. ¿Qué es lo que escondes en esa casa?
En esa casa escondo la promesa de un pasado (Pág. 93)

Tres horas ha durado el libro entre mis ojos y mis manos. Comencé a leerlo y desde ese mismo momento supe que no podría dejarlo hasta que no hubiese llegado a la última página. Lo recibí como regalo de Reyes retrasado el mismo día que se publicó, el 11 de enero, y lo primero que hice al ver el nombre de la autora fue investigar en internet sobre ella dado que me era completamente desconocida. ¿Esther García Llovet? No me sonaba de nada, ni siquiera de haberla visto en las librerías que tanto frecuento (seguramente estaba allí, a la vista, con alguna de sus obras anteriores, pero nunca quedó grabada en mi memoria) y no tardé en encontrar elogios sobre ella: «Se lee a velocidad de vértigo» ( Elvira Navarro sobre Submáquina, entrada en su blog del 11 de agosto de 2011); «Nos da igual lo que García Llovet nos cuente, porque siempre lo hace con una forma de mirar e interpretar la realidad que no se parece a la de nadie.» (Emilio Ruiz Mateo sobre Mamut, entrada en su blog del 25 de julio de 2014); «autora de culto» (Sara Mesa, en la contraportada de este libro que estamos comentando).
«Que yo nunca supiera por qué mi padre me mandó a estudiar a Ginebra cuando tenía diez años y prácticamente no volviera a verlo en mi vida es algo que me preocupa menos que el hecho de que nunca me importó gran cosa.» (Pág. 30)

El argumento es sencillo de contar si bien lo que diferencia a García Llovet de otros autores es que en este caso el "de qué va el libro" no es lo importante, es más, ni siquiera es importante pues sirve únicamente de excusa para dar a conocer lo que realmente importa a su autora: los personajes, el devenir del tiempo, la pusilanimidad, el ir sin rumbo por la vida. Aún así diré en pocas líneas que Cómo dejar de escribir trata de Rulfo, el hijo de Ronaldo, un afamadísimo escrito chileno que fallece en un accidente de avión. Tras su muerte, Rulfo regresa a la casa madrileña del padre a quien apenas conoce porque con diez años le envió a estudiar a un internado de Ginebra y con el paso de los años sólo se lo ha encontrado en contadas ocasiones. En esta casa, acompañado de Curto, amigo ex convicto del padre, se dedicará a la búsqueda de un manuscrito perdido de su padre y paralelamente del viejo coche del mismo que fue robado, un Seat 1.500. Ante este argumento podríamos imaginar todo un entramado de carreras, armarios saqueados, secretos que reaparecen entre papeles perdidos en la buhardilla, entrevistas con amigos y conocidos, habitaciones revueltas, todo en aras de encontrar el dichoso manuscrito y el misterioso coche. Pero nada más lejos de la realidad.
«El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y ésa es nuestra suerte». (Pág. 43. Frase dicha por Roberto Bolaño en una entrevista para la revista Playboy, julio de 2003, México y que Esther usa para dar título a la segunda parte del libro).

Despiadada. Así es Esther con sus personajes en este libro, porque si sus personajes se hubiesen dedicado a realizar tal búsqueda se habrían encontrado ocupados, entretenidos, ilusionados por tener un proyecto, un fin en su vida. Y entonces habría sido un libro de aventuras, o una road movie literaria, o una novela negra, pero entonces no la habría escrito Esther García Llovet. La autora tiene estudios en Psicología Clínica lo que le permite profundizar en las esquizofrenias de sus personajes, en sus paranoias, sus pasividades. Una escritura despiadada, desquiciada, desesperanzada que coloca a los personajes como robots, dejándose llevar por el tiempo, por la tristeza, el rencor y la inacción. Zombies que hablan unos con otros mediante diálogos de cuatro frases, sentencias cortas pero llenas de contenido. Esther dice que empezó a escribir por el impacto que le causó Roberto Bolaño (escritor chileno, como el padre de Rulfo, Ronaldo ¿es Ronaldo un alter ego de Bolaño?) y, sin duda, la influencia de este autor se nota en su narrativa. El maestro (adorado por unos, defenestrado por otros), estaría orgulloso de esta alumna que lejos de imitarle crea un estilo propio.
«La farola del jardín tililaba como la llama de una vela, la llama rojiza de cumpleaños de muerto (Pág. 29)
Cada frase de Esther es una bofetada (una "hostia", creo que diría ella, sin tapujos) en toda la boca. Con la nariz sangrando sigues leyendo esperando reencontrarte con esos protagonistas de nombres tan feos, con vidas feas, que viven a la sombra del gran Ronaldo (por cierto, nombre que coincide con el del otro ídolo del fútbol, ese deporte del que tanto hablan y tanto gusta algunos de los personajes que desifilan por aquí). Seguir la trama de la novela ciñiéndonos a su argumento es complicado. Al igual que en la obras de Bolaño hay saltos en el tiempo, elipsis, personajes que aparecen de la nada y que sñolo páginas después vas entendiendo, o mejor dicho, intuyendo, qué hacen aquí.
«Cogió el primer folio del montón, un montón de unas doscientas páginas. Lo levantó, estaba escrito hasta la mitad. 
El segundo folio estaba en blanco.
El tercer folio estaba en blanco.
El cuarto folio estaba en blanco.
Como los otros doscientos.» (Pág. 98)

El personaje de Renfo me ha recordado, salvando las distancias, a la protagonista de Cicatriz de Sara Mesa. Ambos tienen en común una sensación de abandono respecto a su familia (mucho más acusada en el caso de Renfo quien ha vivido sin su padre y sin su madre -de la que sólo sabemos que era alcohólica-) y un caminar por la vida sin rumbo esperando que otros decidan por ellos, que una luz les ilumine, que pase algo que les haga hacer algo. Renfo tiene que buscar un manuscrito que nunca busca, no del todo; un coche que tampoco busca; un padre con el que sólo habla cuando sueña reproduciendo conversaciones que nunca tuvieron; tiene que escribir un libro sobre su padre que nunca escribe; y tiene veintitrés años así que tiene que vivir, pero tampoco vive. Todo el día encerrado en casa, sólo deambula y sale a correr por la M30, por Alfonso XIII, por Corazón de María, por ese Madrid lleno de chalets que resulta tan superficial y tan frío como el propio Renfo. Y entre carrera y carrera, fuma Kool mentolado, charla con VIPS, la antítesis de Renfo (quien no deja de ser un niño bien con una buena posición económica heredara de su padre), un desempleado de larga duración que sobrevive también como puede y observa desde la distancia a Claudia, una pija de la que se ha enamorado.
«(...) quizás lo que sonaba era ese zumbido de aburrimiento puro y duro de la gente de mucho dinero, la falta de ambición, no tener que tenerla.» (Pág. 73)

A lo largo del relato Esther hace referencia a Bouvard y Pécuchet, los personajes de la obra homónima inacabada de Gustave Flaubert y los relaciona con el deseo de Renfo de tener a un Pécuchet en su vida, un amigo, alguien que no le abandone y con el que poder emprender todo tipo de acciones juntos, incluso las más descabelladas. Curto podría ser ese Pécuchet, de hecho lo es, incluso cuando se vean obligados a separarse. 
«Después de la muerte viene el olvido.» (Pág. 123)

La prosa de Esther nos hace tomar conciencia de nuestras carencias como lectores. Acostumbrados a que muchas voces narrativas decidan por nosotros y nos den la comida comprada, cocinada y masticada, con Esther es un "tú te lo guisas, tú te lo comes". Debemos estar pendientes de cada línea, de esos dobles sentidos, de esas frases aparentemente pronunciadas al viento y que contienen una vida, y rellenar con nuestra imaginación e intuición propias los huecos como valles que Esther nos deja.
«—La desesperación es corta. La pena, larga.» (Pág. 34)
En ella nada es superficial. Todo es importante. Y cuando digo "todo" es "todo" porque a pesar del nihilismo que destinan en ocasiones los personajes, en quienes recae todo el peso, Esther nos manda un mensaje, una "hostia" tras otra.

Un apunte biográfico. Esther García Llovet 


 Esther García Llovet nace en Málaga el 23 de noviembre de 1963 y en 1970 se muda a Madrid, donde se licencia en Psicología Clínica y realiza estudios de Dirección de Cine. Comienza a escribir en el 2000 por la profunda impresión que le produjo la lectura de Roberto Bolaño. Así, en un artículo publicado en Culturamas Esther define Nocturno de Chile (novela de Bolaño publicada en 1999) como la novela de su vida y dice: «En el año 2000 yo acababa de volver de Santiago de Chile a donde había ido detrás de un chileno que con treinta y tantos años seguía viviendo con su mamá, en casa de su mamá, con fotos suyas (de él) en todas las habitaciones. Estoy en Madrid entonces, en una librería de estas de franquicia donde compro lo de siempre; autores centroeuropeos, polaquitos suicidas, etc. Y veo: “Nocturno de Chile”. Autor: Roberto Bolaño. Esa misma noche lo empiezo y lo acabo. Lo empiezo. Lo acabo. A la mañana siguiente me siento a escribir el primer relato de mi vida.» Leyó tanto a Bolaño que en una entrevista del 2014 para Lecturas sumergidas dijo: «De él lo leí absolutamente todo. Me quedé tan saturada que ahora no me comería ni una tapa.»

Ha escrito reportajes en publicaciones periódicas como el suplemento El Viajero de El País, Qué Leer y El Asombrario
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Comentarios

  1. Magnífica entrada. Llovet es increíblemente desconocida en nuestro país. Yo la descubrí con Mamut hace 3 años y aunque no me canso de recomendarla, nadie parece hacerme caso. Tengo a medias Submáquina, y me parece que su forma de narrar es extraordinaria. Me alegro de no ser la única que piensa que debería ser más conocida.

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    1. ¡Lo mismo digo Marta! Me alegro de que tú también valores a Llovet. Te reconozco que llegó a mi de casualidad y que tuve que investigar sobre ella porque no me sonaba de nada. Aun así me decidí a leerla inmediatamente porque fue mi marido quien me regaló el libro y lo mínimo era corresponderle y... ¡acertó de plenazo! ;-) Lo siguiente, siguiendo tu recomendación, será Mamut, así que no dejes de hablar de ella. Seguro que poco a poco empezarán a hacerte caso.
      Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.

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  2. Qué vergüenza me da no conocer a Llovet con lo increíble que me ha parecido esta entrada su "Cómo dejar de escribir"...Y eso que de Anagrama siempre suelo estar al tanto, porque me gusta muchísimo su catálogo...menos mal que estás tú ahí para llamar la atención!
    Me parece increíble que en tan pocas páginas pueda contar una historia tan potente, me la apunto ya mismo, y también la recomendación de Marta, Mamut, a ver si mi próxima visita a la biblioteca da frutos y la encuentro jejej
    Como siempre impecable, amiga! viendo las horas que son, creo que podemos sacar ya el vino y el pinchín! ;)
    ¡Besotes! ^^

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    1. Sacando vino y pinchín jajaja. Yo tampoco la conocía... hay todo un mundo ahí fuera tan inabarcable. Pero hay libros que si no vas tú a buscarlos parece que son ellos los que te buscan a ti, como en este caso me ha sucedido con Llovet. Tiene un estilo narrativo absolutamente propio. Como digo en la reseña es un Bolaño reconcentrado en una mente brillante pues Llovet es tan distinta que o la odias, o la amas. A mi me ha atrapado por su apuesta arriesgada y porque se nota que escribe no para conseguir el éxito y vender (algo que seguro que podría hacer si cambiase de estilo más fácilmente) sino por su pura pasión de escribir. Y eso, querida amiga, ya sabemos que se nota, que la honestidad no puede fingirse y la pasión, tampoco.
      Un besote y te mando un Ribeiro fresquito.

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  3. Llego a tu reseña por el título de la novela, sin saber de qué va ni conocer a su autora. Ahora que te he leído he de decir que por el argumento la dejaría pasar pero ahora que te he leído (me repito) no sé si es esta novela lo que no puedo dejar pasar o más bien es a su autora. Creo que me urge leer a Esther García Llovet.
    Besos

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    1. Querida Lorena,
      puesto que te sigo por tu blog me da la sensación de que esta autora no va a dejarte indiferente en absoluto. La amarás o la odiarás pero puesto que sientes fascinación (y en eso me siento bastante identificada contigo) por las obras "raras y diferentes" aquí tienes una de ellas. Tengo muchísima curiosidad por saber qué te parece si al final te decides a leerla... Sinceramente, te aconsejo que no la dejes pasar ;-)
      Un beso

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