El corazón es un cazador solitario - Carson McCullers


Título original: The Heart is a Lonely Hunter.
Edición: Seix Barral (Julio 2017)
Traducción: Rosa María Bassols Camarasa
Páginas: 384
ISBN: 978-84-332-3255-8
Precio: 18,50€
Calificación: 7/10

Lo que más me ha gustado: la maravillosa paradoja que plantea en este libro y que conforma una imagen potente y universal de la soledad de cada uno de nosotros. Un sordomudo, con su presencia tranquila, se convierte en el receptor de las inquietudes de una serie de personajes, muy diferentes entre sí, que solo son capaces de ser honestos consigo mismos cuando delante de él liberan sus tensiones, pues saben que no van a ser juzgados, ni menospreciados, ni humillados.

Lo que menos me ha gustado: es la primera novela de la autora y, en comparación con sus obras posteriores, se percibe el aprendizaje que después llevó a cabo. Apenas hay elipsis, se enreda una y otra vez con ideas que repite continuamente, y el ritmo es lento y, en ocasiones, un poco forzado. ¿Mi favorito de McCullers? La balada del Café Triste
«En la ciudad había dos mudos, y siempre estaban juntos. Cada mañana a primera hora salían de la casa en que vivían y, cogido del brazo, bajaban por la calle en dirección al trabajo.» (Pág. 17)
Escena de la adaptación al cine de Robert Ellis (1968)
Así comienza, con este estilo tan sencillo pero expresivo, marca de Carson McCullers, esta novela cuyo protagonista es John Singer, un joven sordomudo, que es feliz en su vida rutinaria al lado de su mejor amigo (y amante, aunque Carson no lo diga expresamente) Spiros Antonapoulos, otro sordomudo con el que forma una pareja mejor compenetrada que muchos matrimonios con voz y oído. Sin embargo, esa felicidad se ve rota cuando Spiros comienza a comportarse de forma inconveniente y su familia decide librarse de él internándole en un psiquiátrico. John, sumido en la tristeza, se ve obligado a continuar su vida solo y decide mudarse a una habitación en la casa de los Kelly, donde comienza a recibir las visitas de numerosas personas que ven en él una especie de Salvador, un hombro en el que llorar, un oído que siempre escucha, una boca que nunca interrumpe, un carácter que no les juzga, que les apoya y les conforta desinteresadamente. 
«Biff se dio cuenta. Estaba pensando que casi en cada persona hay alguna parte física especial que siempre tratamos de mantel oculta. Con el mudo, eran sus manos». (Pág. 43)
Escena de la adaptación al cine de Robert Ellis (1968)
En esta obra coral, además de John Singer, conocemos a Mick Kelly, la hija de los dueños de la casa donde vive John, una joven de doce años que representa el alter ego de Carson McCullers por su carácter solitario pero sociable, curioso y decidido, que busca la aceptación y el encontrarse a sí misma. De una inteligencia asombrosa, Mick tiene como constante compañera a la música que o bien escucha en la radio de John, o bien resuena en su cabeza como una banda sonora interminable (conviene recordar que Carson fue una pianista prometedora hasta que decidió cambiar el piano por la escritura tras el cambio de ciudad de su profesora, a la que adoraba). También a Biff Brannon, el dueño de la cantina de esa ciudad sin nombre que podía ser cualquier ciudad del mundo, y que es un hombre compasivo que tras escuchar a los borrachos va a la casa de John a ser escuchado, pero que siente una fijación enfermiza (que roza la pedofilia) hacia la joven Mick; a  . John Singer escucha a todos estos personajes, muchas veces sin entenderles, algo que ellos interpretan como una atención absoluta y una comprensión ciega, y quienes se dedican a «Hablar, y hablar, y hablar», saliendo las palabras «de su garganta como una catarata».
«El resentimiento es la flor más preciosa de la pobreza.» (Pág. 79)
Jake Blount, otro de los hombres que acuden a John para sincerarse, es un obrero idealista que sueña con un futuro en el que los trabajadores se alcen en una revolución contra las grandes fuerzas del sistema y logran que su trabajo sea reconocido. Ese mismo reconocimiento, pero para la comunidad negra, es el que busca con ahínco el doctor Copeland, un hombre idealista que al mismo tiempo que intenta curar las enfermedades de sus paisanos, les adoctrina para movilizarse y salir de su sumisión. Todos ellos se mueven, sin apenas relacionarse entre sí, en torno al mudo John Singer, removiendo el aire claustrofóbico de ese ambiente caluroso sureño donde las emociones se anquilosan y maximizan como si el destino estuviese tan predeterminado que fuese inamovible. 
«Porque forma parte de la naturaleza de ciertos hombres entregar en un momento dado todo lo que es personal, antes de que fermente y envenenado..., arrojárselo a un ser humano o a alguna idea humana. Tienen que hacerlo.» (Pág. 47)
Veintitrés años tenía Carson McCullers cuando publicó esta obra en 1940, si bien la había escrito unos años antes, en 1937. A pesar de proceder de una familia acomodada, Carson mostraba ya desde joven una incipiente empatía por las minorías sociales; los homosexuales, los negros, las familias desestructuradas, los freaks la conmueven hasta el punto de que siempre aparecen de algún modo en todas sus obras como ejemplo de desintegración social con el que ella se identifica por su propia personalidad "diferente" y por sus graves problemas de salud que la obligaron a recluirse en su casa y en centros hospitalarios durante largas temporadas. Tal y como afirma en la novela refiriéndose a Karl Marx: «Nada humano me es ajeno. Se veía a sí mismo como hermano de todos los hombres». Así, se sirve de esos personajes para realizar críticas sociales de hondo calado y madurez a pesar de su juventud: la hipocresía de la sociedad rural sureña norteamericana que sigue tratando a los negros como esclavos, el cinismo de los que observan cómo otras personas se dejan la vida luchando por principios de igualdad y evolución social, el egoísmo del ciudadano medio que pendiente sólo de sí mismo desatiende las necesidades de sus vecinos... Y sobre todo, el leit motiv de la mayor parte de sus obras: la soledad existencial del ser humano.
«Están los que saben y los que no saben. Y por cada diez mil que no saben, hay sólo uno que sabe. Y éste es el milagro eterno...» (Pág. 38)
Carson McCullers consigue, como nadie, introducirnos en un microcosmos en el que aglutina con una facilidad pasmosa temas tan universales que son fáciles de extrapolar a cualquier ámbito diferente, ya sea otro país, otra época histórica, otros personajes. La belleza de su lenguaje, su cromatismo impactante y la fascinante empatía y emotividad con la que cuenta las historias fue lo que la consagró como una de las grandes figuras literarias del pasado siglo que a día de hoy sigue emocionando y enamorando. No solo toda su obra ha resistido el paso del tiempo de forma asombrosa sino que esos amaneceres enrojecidos, esos atardeceres arrebolados, sus sinfonías que se oyen a través de las ventanas abiertas, nos envuelven con una candidez no exenta de un crudo realismo que nos conmueve y enamora a partes iguales.
«Mick se sentó en la escalera y apoyó la cabeza en las rodillas. Y se introdujo en el cuarto interior. en ella es como si hubiera dos lugares: el cuarto interior y el cuarto exterior. La escuela, la familia y las cosas que sucedían a diario se situaban en el cuarto exterior. El señor Singer estaba en los dos cuartos. Los países extranjeros.y los proyectos y la música estaban en el cuarto interior». (Pág. 181)

Comentarios

  1. Magnífica reseña, Raquel. Es que McMullers es genial. Quería leer este libro porque La balada del café triste me dejó tan buen sabor de boca (algo agridulce, sí; pero es tan bonito...) con la autora que quiero seguir leyendo más de ella. Besote!

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    1. Gracias, Pilar. Es que McCullers es un ensueño... Y la balada es tan preciosa. Este libro es también genial así que te va a encantar comprobar cómo ya en esta, su primera novela, tenía muy marcado su estilo y los leit motivs de toda su obra.
      Ya compartirás con nosotras tus impresiones cuando la leas.
      Un abrazo.

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  2. ¡Hola, Raquel!

    Qué decir de tu reseña... ¡Ya no hace ni falta!
    Como siempre, cada vez que entro en tu blog mi bolsillo tiembla asustado. Creo que tengo que dosificar e ir poco a poco con tus recomendaciones, porque la verdad es que me leería todas.

    Más que la novela, me llevo la recomendación de la autora. Indagaré en su trabajo y espero compartir con vosotros mis opiniones.

    ¡Un abrazo grande!

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    1. Esta autora es una de esas «imprescindibles» porque cuando llega a tu biblioteca no puedes dejar de leerla. Su estilo es tan auténtico con esa mezcla entre ingenuidad y picardía tan típico de ella que es reconocible en cualquiera de sus frases cogidas al azar.
      Te la recomiendo encarecidamente, Santil
      Un abrazo enorme

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